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Nunca fui un fan de Prodigy. La primera vez que los oí estaba en plena fiebre adolescente por las guitarras eléctricas que estaba completamente cerrado a la música electrónica. Hasta que en un festival ví un concierto de Prodigy. Creo que ese fue el día en que entendí que la ola del rock y la de los los beats sintetizados chocarían irremisiblemente, que le rebolcón me arrollaría a mí también y que me llevaría a orillas que hasta ahora desconocía. Esto no me convirtió en una fan de Prodigy pero sí empezar a sentir por ellos el respeto que tengo a los artistas que me hacen abrir mis propias fronteras.

Mi tercer encuentro con Prodigy fue este sketch de Knallerfrauen que ví en Alemania en el que una mamá plantea Firestarter como nana. No os preocupéis por el idioma, no hace falta saber Alemán para entenderlo, después de todo ¿Quién no pide a mamá una buena canción antes de dormirse?

Me pareció que además a su manera el sketch es un retrato generacional: el de una generación que crecimos escuchando grupos pioneros como Prodigy y que ahora nos vemos ante la música que no entendieron nuestros padres con unas ganas locas de compartirla con nuestros hijos. Y a saber cómo reaccionarán.

Ahora que Keith Flint nos ha dejado, de pronto me acuerdo de la broma y me doy cuenta de que por mi parte no puedo hacer mejor homenaje al grupo y al tipo irreverente de los cuernos que compartir algo con lo que se podría haber llevado una buena sonrisa.

Imagen: Keith Flint en una se sus míticas pose, fotograma del video «Firestarter», de Prodigy.

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