Sentados en la cocina, charlábamos y fumábamos de liar –lo cual nos hacía pasarnos a cada poco el mechero, hasta que por fin propuse poner una vela, con lo que ahora había una vela junto a la que charlábamos y fumábamos de liar– bebiendo vino del día anterior. La mujer de las pecas nos explicaba que las pecas no son lunares, que ni siquiera son manchas exactamente sino pequeñísimas regiones de piel con capacidad para ponerse morena y que por eso se ven más en verano. Visto a su manera, las pecas eran ventanitas abiertas a una piel morena que se extiende bajo una piel clara.
¿Puedo? –Le interrumpí alzando el dedo frente a su mejilla.
Bueno –me contestó extrañada–. Tampoco va pasar nada.
Entre resignada y divertida, ella siguió con la pequeña lección de dermatología, procurando no moverse demasiado cuando se llevaba el pitillo a la boca, ora mirando a los demás, ora tratando de seguir por el rabillo del ojo el trayecto de mi dedo por la faz de su cara, mientras yo me imaginaba fascinado la luz entrando en su interior, iluminándola por dentro como cálidos rayos de sol que entraran en una habitación a través de la persiana bajada.
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Imagen de cabecera de Foundry, sobre estas lineas juego con luz y humo del fotógrafo Atonio Bermejo cuyo trabajo actual podéis ver aquí
Me ha encantado,
Yo que estoy llena de pecas, ahora siento que estoy llena de luz.
Da para una ilustración este relato.
Hola Kira,
repasando el blog me acabo de acordar que se me pasó responderte este comentario.
Gracias. Me alegro de que te haya hecho sentir así. Además que a una ilustradora algo le parezca para ilustrar es todo un elogio. Que el blog inspire es lo mejor que le puede pasar.
Un saludo.