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No sé quiénes son. Nadie se dió cuenta de aquella melodía que se aproximaba. Entraban cantando, en tropel, abriéndose paso entre la gente que se apartaba sin entender qué ocurría. Bajo la mirada preocupada galeristas y autores de las obras expuestas, daban la vuelta a todo el local, hasta que por fin encontraban una esquina en la que dejarse caer, encajando todos entre sí al grito jubiloso de ¡Tetriiis!. .. Se levantaban y se marchaban como vinieron, cantando por la calle.

La melodía permanecía un rato más en los oídos, no sé si por el soniquete del videojuego rescatado de fondo de la memoria o porque realmente se les oía, ahí fuera, cuatro fichas de Tetris que entraban en algún otro local, del que de pronto se salía gente como espuma derrada.

Sucedió en Neukölln, Nueva Colonia, o si… pero ¿qué cojones es Neukölln?

Alejado de los míticos highlights del centro, habitado mayoritariamente por familias emigrantes, artistas impagados, estudiantes, nuevos emigrantes intraeuropeos descubriendo que no, que no es una Erasmus, hipsters y anfitriones de airBnB limpiando sus conciencias en supermercados de comida biológica… Neukölln es quizá el barrio más colorido y quizá más deseado de Berlín.

Entre el campechanismo multicultural de las culturas que no acaban de mezclarse y la bohemia del precariado moderno, a sus habitantes les ocurre lo mismo que al resto de la gente que viene Berlín: al poco de vivir aquí empiezan a decir que son artistas. Y hacen arte, de eso no hay duda. En Neukölln hay más Vernissages que partidos de fútbol. La Vernissage es de hecho un evento inusualmente usal: ¿Qué haces hoy? Hay una Vernissage en. (obsérvese el «una», una de tantas). Porque Neukölln es, al fin y al cabo Berlín: un lugar o más bien el lugar en el que el arte es siempre bienvenido y cualquiera puede soñar que es artista. Lo digo sin sorna y aunque al menos para mí, «ser artista» después de años comisariando arte en Berlín y hacer coordinado a cientos de ellos, sean dos palabras que para mí comporten un sacrificio económico-social que en realidad pocos en Neukölln estén dispuestos a pagar. ¿Quién vive del arte? ¿quién puede dedicarle al día las mejores 8 horas de luz para dedicarlas al arte sin acercarse a los límites de la estabilidad social?

Quizá por eso, las 48 Stunden Neukölln sean el mejor evento del año: los dos días de puertas abiertas en que los artistas y galerías de Neukölln muestran alegres sus entrañas. En realidad el barrio mismo se convierte en un parque de galerías, bares reconvertidos en galerías, tiendas convertidas en galerías, e incluso galerías reconvertidas en galerías por la felicidad de verse visitadas por fin, abarrotadas de gente que ha venido de toda la ciudad y ahora lo mira todo con bamboleantes copas de proseco barato y cumplidos de alta sensibilidad.

Y entonces aparecieron ellos, vestidos de piezas de Tetris, sacudiendo el espacio y la memoria.

No sé quienes son y lo siento por los galeristas, los comisarios y los artistas, pero aquel modo aparecersenos para romper el estirado ambiente cultureta de paredes blancas y pedestales, vestidos como fichas de un viejo videojuego ruso, consiguieron que de todas las obras que vimos, ellos fueran lo único que no olvidaremos de aquella noche. eso es arte. Les estaremos eternamente agradecidos.

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