¡Sois unos Cristos!, decían los personajes de Kerouac cada vez que se encontraban gente buena, entregada, capaz de sonreír a la rudeza de la vida. Hoy creo me encuentro por casualidad la foto de esta escultura y pienso que nos retrata, al menos ilustra como pocas nuestra Semana Santa.
La encontré en la exposición Monumenta, organizada en una vieja fábrica de Leipzig, Alemania. En seguida le hice una de esas fotos que hace uno para el Instagram. Sí, era antes de dejar Instagram y decidirme a vivir la belleza por mí mismo. «Ésta para Semana Santa», me dije apuntando el nombre del autor –Jorge César Sáenz Gómez–, un artista cubano que trabaja con esculturas del barroco para reflexionar como un contemporáneo.
Aquello de postear la foto en Semana Santa no era sino por bromear sobre la Semana Santa: un Cristo cansado, pensativo, resignado a que su mensaje se transforme inevitablemente en un espectáculo imponente pero muy lejos de su espíritu de humildad.
También era un Cristo que a su vez –y aunque yo lo ignorara en mi mojigatería moralista progre– estaba lejos del Cristo que no se negó a que una mujer le lavara los pies con propio su pelo –la Biblia tiene imágenes sorprendentes– y le untara el cuerpo untara de caros aceites a pesar de los reproches de un discípulo; el Cristo que no rechazaba recibir cosas hermosas, porque había que aprovechar, porque él no iba a estar ahí para siempre. Ser amado es hermoso. Entregarse también. Enteraros ya. La vida hay que vivirla. Y la Semana Santa, en a vida, año por año, es un evento morrorotudo.
Hoy sin embargo no hay Semana Santa. La pandemia del Coronavirus ha hecho suspender todos los eventos. La hecho mucho de menos, y más la echaría si no fuera por la semana Santa que ha hecho mi sobrina Carola con los Playmobil y que nos ha enviado por el WhatsApp.
Y curiosamente Semana Santa, la foto que había escogido para la Semana Santa se vuelve más acertada que nunca.
Así, la foto sale del chiste para colocarse en uno nuevo, un chiste que no nos esperábamos: Un Cristo sentado en su sillón, aburrido hasta del Netflix, resignado como todo el mundo a ponerse cómodo y esperar… mientras la curva, la economía, la vida se desaceleran.
Un Cristo que de pronto con algo de tiempo para pensar, quizá se de cuenta de que –como escribía Sonsoles Lozano en un post– si a nuestros abuelos se les pidió que abandonaran sus hogares para ir a la guerra, a nosotros solo nos piden que nos quedemos en casa, que siendo así ¿cómo nos vamos a quejar?
No en vano la obra del artista cubano se llama: paciencia y humildad.
Ánimo a todos.
Querido Javier siempre me sorprendes por tu original y certera manera de presentar lo que sientes,
Es increíble como representas el hecho de la no Semana Sabtaa causa de la pandemia y rl consiguiente confinamiento.
Brillante siempre
Y efectivamente Carola y tú me habéis hecho reflexionar muchísimo sobre lo que representa eso de la Semana Santa y toda su parafernalia en un mundo confinado.
Que alegría leerte!!
Carmen Casado
Gracias, tía Carmen. Tu también me haces pensar mucho. Es una de las cosas que me gustan de ti. Una alegría siempre compartir las ideas contigo.