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Los dibujos son feos. Las lineas tiemblan violentamente. Las voces son completamente forzadas. Los personajes casi siempre acaban vomitando, cuando no les explota antes la cabeza, ¡varias veces! La sangre y el vómito son trazos negros, gruesos y temblorosos, sin ninguna vocación de realismo. Sin embargo ¿por qué no puedo dejar de mirarlos?

Quizá por esa provocación de ser tan burdos y tan reales a la vez. Quizá porque de lo que hablan los videos de Rocío Quillahuaman sea de la realidad, a menudo, de una realidad que me toca de algún modo: la de personas jóvenes (y no tan jóvenes) trabajadoras y creativas, intentando vivir en un tiempo en el que ser joven (y no tan joven), trabajador y creativo está enormemente sobrevalorado e infravalorado a la vez; un mundo en el que el acceso a un ambiente cultural estimulante y sofisticado, lleno de apretones de manos y palmaditas en la espalda, y la admiración por la calidad de tu trabajo –incluyendo estos videos– no te da ni para pagar el alquiler, cuando no te cuestionan a la primera de cambio, unos por no estar al día de la hipsteria colectiva, los otros por que quizá lo estés, y por eso mismo, por progre, por –biiiip–, por ser joven y creativo, porque hay que ver en qué mundo vives, que no te enteras aaaaaah… ojos inyectados en sangre, llanto desesperado, cabeza que explota, vomitona… poesía.

¿Vive Rocío Quillahuaman en ese mundo? No lo sé, pero creo que, como yo, vive un mundo en el que un poco de pensamiento crítico, humor negro, lápiz, papel y gente como Rocío la realidad puede parecer un poco menos horrible… o quizá un poco más pero con el demoledor encanto de las revelaciones. No es ser políticamente incorrecto (eufemismo con el que hoy algunos revindican su derecho a ser un gilipollas)… no, lo de estos videos no es el ser políticamente incorrecto, sino el ser políticamente acertado. Al menos en tanto que, si decir que el mundo es horrible es una enorme provocación, es en muchos casos una provocación tras la cual puede haber algo que merezca la pena: un testimonio de la realidad, pensamiento crítico y humor, que hace falta.

Lo de Rocío es una operación de supervivencia. Es lo que he concluido tras unos meses siguiéndola por Instagram, un poco sin fijarme ni quién era, pasmado con cada video, hasta que me empezó a sonar más y más el nombre de Rocío Quillahuaman.

Más sobre ella no voy a contar, pues no será más que el ruido magnífico que está haciendo en Instagram o lo que ya podéis saber por la prensa, que de pronto están hablando de ella, Verne, El Mundo, El Español y otros medios…

Os dejo con mi video favorito, el del café, directamente de Instagram que es donde la sigo, o la seguía, porque lo he dejado pero esa es otra historia que os contaré en el próximo post. Mientras tanto activad el sonido, si queréis tener pesadillas. Muahahahaha.

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