Acabo de leer Gramática de la Fantasía y he de decir que no tiene desperdicio. Escrito por Gianni Rodari, transgresor como cualquiera que se atreva a a hacer literatura infantil «del lado de los niños», lo que en principio parecía un libro sobre pequeños juegos para crear historias acaba siendo un imprescindible para cualquiera que sienta una mínima curiosidad por la mecánica de la imaginación, el individuo y el aprendizaje. El libro está escrito además con tal audacia que no solo conforma un verdadero manifiesto por la educación, sino también de una sana deseducación. Hasta aquí mi reseña genérica y mi recomendación. Ahora hablemos de algo que odian muchos poetas pero de lo que nunca podrán escapar: las matemáticas. Muahahá. Que no cunda el pánico: nos quedaremos en cualquier caso el lado de la poesía, al menos la poesía que se hace con palabras.
Entre otras muchas cosas, hay un capítulo en el que Rodari explica la posibilidad de reducir cualquier cuento a variables, elementos abstractos relacionados en una suerte de álgebra de los significados. En vez de los valores A, B, C, palabras, vectores semánticos relacionado mediante operaciones que en vez de – + * y /, son las operaciones que ofrece el lenguaje con sus verbos y relaciones. Y quien dice – + * y /, dice también ecuaciones diferenciales, integrales múltiples o así, a bote pronto…
No se asusten, para seguir leyendo no necesitan entender lo que significa. Lo he copiado de una página de mates en HTML a modo de ejemplo. En fin, si este es el resultado con el límpio lenguaje de las matemáticas, fascinante para algunos afortunados, apenas me puedo imaginar la bastísima riqueza que se abre una vez que se traslada al barro infinito de las palabras, un territorio de juegos que además es accesible para todos.
Así, desnudando los elementos del cuento y desabrochando sus relaciones podemos quedarnos con una estructura algebraico-narrativa y las variables simples que relaciona, listas para introducir de nuevo valores… !y operar!. Rodari toma el ejemplo de Caperucita Roja y nos cuenta cómo los niños, que habían entendido esto El erotismo es una forma de desobediencia y la rebeldía puede ser terriblemente sexy. –ahora me gustaría ver la cara de alguno–, deconstruyeron la historia de Caperucita y la volvieron a montar con valores de otro campo semántico. Así Caperucita quedó convertida en un intrépido Reportero, el Lobo en un agente de la CIA, la Abuela en un secreto, una verdad al estilo TTIP, que no se debe revelar… y el Cazador a un elemento heroico, fantástico para los niños, pero para mí difícil de vislumbrar dado lo poco fiable que es el mundo hoy día (si no fuera por pequeños héroes como Rodari mismo o Snowden). Así, los niños reconstruyeron Caperucita Roja como una novela de espionaje, un juego y quizá, sin saberlo, hasta una verdadera revalorización de las claves de Caperucita Roja y su significado en el contexto contemporáneo.
En otro punto del libro, Rodari cuenta cómo unos niños exploraron juntos las posible interpretaciones, las variables, de un cuento sencillo. En este capítulo los niños entran en el debate y van desentrañando juntos la ecuación que conforma la pequeña historia del cuento. Conforme el debate avanza e intercambian ideas, se relajan y liberan su mente: muestran sin miedo sus juicios y comparten sus prejuicios, se aventuran a explorar sus dudas. Es hermoso ver cómo lenta pero inexorablemente, van entiendendiendo que el debate es suyo por derecho, por encima de un mundo adulto que tiende a reducirlos a meros oyentes. En pocos movimientos descubren que se sienten libres para opinar y legítimos dueños de sus opiniones; empiezan a disfrutar su calidad de individuos, a hacerse responsables de su diálogo como grupo. Finalmente concluyen debaten que el cuento puede reducirse a un binomio de dos conceptos:
Desobediencia y rebelión.
…dos términos que se apoyan y contradicen a la vez. Fascinado por el álgebra entre sus significado, pruebo yo mismo la ecuación. Soy patoso el cálculo pero soy un obseso a la hora de explorar conceptos. No me cuesta mucho. Inmediata, espontáneamente, como dos valores de X e Y, me vienen a la cabeza dos conceptos por la claridad con que cumplen esa misma relación matemática en sus significados: Sexo y amor. Quizá sea que estoy leyendo además otro ensayo maravilloso de Octavio Paz sobre el amor y el erotismo en la historia (La llama doble), o quizá sea porque me importa toda esta geometría de comprender el mundo. Da igual, mi cabeza prosigue en su carrera mientras leo, bebo a sorbos un café helado. El hielo tintinea en tranquilidad de la tarde. Las palabras crujen eléctricamente en la complejidad de su mecanismo (los detectores de SEO de Google deben estar volviéndose locos a no ser que tengan suficiente sentimiento poético para comprender la coherencia de este link).
«Amor», «revolución», hablan de un territorio de apuesta y riesgo, incertidumbre y esperanza, a veces equivocado pero siempre legítimo.En principio, la desobediencia puede ser simplemente una actividad. Es la rebeldía la que le da legitimidad y dota de un sentido profundo, convirtiéndola en la celebración de una voluntad de vivir contra un vacío. Asimismo, el sexo puede ser simplemente una actividad: es el amor el que lo dignifica y dota de un sentido profundo, convirtiéndolo en la celebración de una voluntad de vivir contra el vacío. Sexo y amor. Desobediencia y rebeldía. Ahí me tienen, colgado como un mono entre dos bellísimas ideas paralelas: un primate eufórico de esa íntima felicidad que da un asomo de inteligencia… como en una novela de Arthur C. Clark.
Sin embargo, siento que falta algo. Sean cual sea los valores que le dé a la ecuación, falta algo, algo esencial, un tercer punto que cierre el triángulo, un nuevo eje para pasar de dos a tres dimensiones, una variable más que despliegue todo este juego y lo haga capaz de salir del papel y llenar el espacio: desobediencia y rebeldía y… , sexo y amor y…
Cuanto menos, hay algo entre el sexo y el amor: el erotismo, ese territorio en el que el sexo es ya una poderosa arma de expresión pero aún no es el deseo descarnado de completud, solo de comunicación –que de por sí no es moco de pavo-. Sexo, amor y el erotismo en medio, transformando el sexo en lenguaje conectándolo al alma, dejándolo en el complejo juego de libertad en el que puede ocurrir el amos. Sexo, erotismo y amor. Es de Perogrullo. Vale… tengo un trinomio. Pero, si el par de variables, desobediencia y rebeldía, de la primera ecuación me ha llevado a este trinomio, cómo podría resolver el juego hacia atrás y ofrecer al primer binomio una tercera variable que «despliegue todo este juego y lo haga capaz de salir del papel y llenar el espacio»
Dicho en otras palabras. Sé que hay una relación de paralelismo entre los dos trinomios, que las curvas que describen están conectadas por una matemática común.
La tercera palabra no se hace esperar, con una precisión casi numérica pero dotada además del brillo untuoso de su significado. La palabra llega, pide disculpas en la mesa, toma asiento, las otras que carraspean: La primera ecuación se completa así con la llegada de un valor capaz también de elevar la vida al cubo…
Sexo
Erotismo
Amor.
Desobediencia
Rebeldía
…Revolución.
En medio de este día libre, el doble sabor de esta palabra tiene la fuerza de un buen güisky, sólo y sin aguar, que me reconforta por un momento frente al mar de mi exilio y la fría laxitud de los tiempos que vivimos.
Más allá del sexo y erotismo, de la desobediencia y la rebeldía –el erotismo es una desobediencia y la rebeldía puede ser bastante sexy–, Amor y Revolución al final de este álgebra de significados y su geometría son palabras que nos empujan por fin al territorio de la apuesta y el riesgo, de la incertidumbre y la esperanza, un territorio a veces trágicamente equivocado, pero siempre vez legítimo, luminoso en su ciega incondicionalidad; un concepto de elección como una aventura sin vuelta atrás, poderoso, sistémico, estructural… una matemática común que nos deja en la orilla entre el terrible riesgo de equivocarse y el maravilloso vértigo de acertar.
Latente: 20130218/MA
Imagen de cabecera: Ilustración para Caperucita Roja de Gustave Doré (Wikipedia)
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