Preámbulo a las instrucciones para sincronizar un Smartphone
Piensa en esto: cuando te regalan un smartphone te regalan un pequeño infierno florido, una cadena de rosas, un calabozo de aire. No te dan solamente el smartphone, que los cumplas muy felices y esperamos que te dure porque es de buena marca, de última generación, áncora de aplicaciones; no te regalan solamente ese menudo picapedrero que te atarás a tus días y pasearás contigo. Te regalan -no lo saben, lo terrible es que no lo saben-, te regalan un nuevo pedazo frágil y precario de ti mismo, algo que es tuyo pero no es tu cuerpo, que hay que atar a tu cuerpo con su correa como un bracito desesperado colgándose de tu muñeca. Te regalan la necesidad de cargarlo todos los días, la obligación de actualizarlo para que siga siendo un smartphone; te regalan la obsesión de atender a sus avisos bajo la mesa de cada restaurante, a las nuevas aplicaciones, de sincronizarlo con las nubes. Te regalan el miedo de perderlo, de que te lo roben, de que se te caiga al suelo y se rompa. Te regalan su marca, y la seguridad de que es una marca mejor que las otras, te regalan la tendencia de comparar tu smartphone con los demás smartphone. No te regalan un smartphone, tú eres el regalado, a ti te ofrecen para el cumpleaños del smartphone.
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Con ocasión de la exposición “Schenken als Problem” (“El regalo como problema”), Berlin, Noviembre 2013 – Enero 2014, Group Global 3000, arte y otras sostenibilidades. Inspirado por y editado del texto de Julio Cortázar “Preámbulo de las instrucciones para dar cuerda a un reloj” (1962).