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Latente: 20130810/BE.

El 10 de Julio se inaguró la exposición de fotografía Wall on Wall en el muro de Berlin sobre los muros del mundo.  Comisariada por Adrienne Goehler (responsable de exposiciones como “examples to follow! expeditions in aesthetics and sustainability“, de las más influyentes de Beijin en el pasado año, hoy día en Sao Paulo y muy pronto en Puebla), Wall on Wall consiste en una colección de instantáneas realizadas por el fotógrafo Kai Wiedenhöfer, que ha dedicados varios años a fotografiar los muros que hay en el presente por el mundo, asegurando su división, y con ello su fragmentación. Las fotos están expuestas en un solo lienzo de pared de más de un kilómetro de largo -que fue parte en su día del Muro de Berlín- y tienen el tamaño del muro, es decir, son enormes.

La ironía de extender las fotos, una a una, a lo largo del muro de Berlín pone en relieve la incómoda topografía de una verdad ignorada, o mucho peor, de una verdad obviada cada día: si bien los turistas vienen aquí fascinados por una realidad que supuestamente pertenece al pasado, la arqueología reciente e iconográfica del muro de Berlín, la realidad es que ellos mismos habitan un mundo dividido por al menos 7 grandes muros y no pocos otros sistemas de control trazados como descosidos en el carísimo abrigo de la libertad.

Wall on wall, es así un Recordatorio extendido sobre un Memorial. Y quizá esta sea la diferencia entre ambos términos: Si el Memorial invita a no olvidar el pasado, el Recordatorio recuerda las cuentas pendientes en el presente.

La violenta y torpe ocurrencia de levantar un muro – la violenta silueta de un muro, física y conceptualmente – para controlar a personas como tu y como yo, tal y como se hizo en Berlín desde Agosto de 1961 hasta Noviembre de 1989, no es ni mucho menos un fenómeno de la pasada guerra fría. Oh, aquel mundo de barbarie que Hollywood nos quería ilustrar que por suerte ya pasó, cuando el enemigo era otro.

Quiero detenerme aquí un momento. La fecha no es moco de pavo: Agosto, en pleno verano. Creo que no está nada mal remarcar que el muro de Berlín se levantó en verano para imaginarse el horror surgido en medio de lo doméstico (pues lo que hace horrible el horror es precisamente su lugar en lo cotidiano). Los vecinos de Berlín tuvieron que contemplar el inesperado inicio las obras en bañador, sandalias y manga corta. Quizá esa mañana tenían planes para ir a un lago. Quizá no hacía mucho que habían salido de la cama, tal vez incluso tras echar un delicioso polvo de verano con las ventanas abiertas. Quizá tras uno de esos deliciosos desayunos alemanes con pan incrustado de pipas de calabaza. Quizá masticaban aún las tostadas cuando salieron a la ventana a ver qué cojones pasaba. Quizá le dijeron a su pareja (que masticaba también a su lado,  con el camisón impregnado de olor a pan recién tostado y a sexo mañanero, tratando de asumir la atonía y la somnolencia,)…   Tírale para casa, amor, a ver si luego esto se complica.

Les propongo algo: Salgan mañana al balcón, temprano pero no demasiado. El sol de las 9.00 será suficiente, el ruido de la ciudad será delicioso a esa hora en que todo empieza a funcionar.  Imaginen que de pronto les han empezado a construir un muro en la calle. Imaginen la sensación de no saber, cuando ese muro esté terminado, si sabrán cómo pasar al otro lado, donde dicen desde hace unos años – imagínenselo – que su país ya no es el mismo país, que es otro país. Imaginen sus propias voces tranquilizándose unos a otros. Que no, que seguro que con un papeleo lo dejan pasar a uno, vente para adentro, cariño, que se va a enfriar el café. Imaginen no-se-cuántos-años-de-ese-algo cerniéndose sobre así sobre su cotidiano. Y háganlo en su terraza, en la puerta misma de su casa.

Muchas de estas fotografías marcan magistralmente ese terrible contraste entre la cotidianeidad y lo extraordinario, que como en el Berlín de los ochenta, forma parte de la anécdota que construye una ciudad y una época.  Mi favorita es la que muestra un hombre que viene por un estrecho callejón, a la derecha corre el muro que divide Israel y Palestina, a la izquierda, muy cerca del muro, se alinean las casitas, chalets normales, de los que se repiten por todo el Mediterráneo, inspirados en la villa toscana y estropiciados por la repetitividad del Autocad y la cultura inmobiliaria pre-crisis. Lo que me fascina, es que en esas casas,  balaustres de escayola y unas florecillas en la verja, evidencian la férrea voluntad de seguir siendo un lugar feliz  – la entrada a mi casa, la del balaustre y los geráneos rojos, si, esa – …  muy a pesar de la realidad más brutal, materializada en un muro de 6 metros, esté pasando solo a 3 metros de la ventana.

Los muros, como mecanismos de control, no son agua pasada. De hecho, desde la caída del muro de Berlín, se han construido 16.000 kilómetros más de muros. Hablamos de Israel, de Corea, de Irlanda, de Irak, de Chipre, del muro que Estados Unidos ha levantado en la frontera con México, hablamos del doble muro de 6 metros que las autoridades Españolas han levantado en la frontera de Melilla y Ceuta con Marruecos y que quieran que no, impresiona como cualquier otro.

Esta exposición no se posiciona ante la política que ejercen los gobiernos a uno y otro lado del muro, sino ante la violencia misma del gesto de levantar un muro. Evidentemente, el gesto pertenece solo al gobierno que ha tomado la decisión de construirlos y este debe asumirlo. En este sentido, la exposición le sentará a más de uno como una bofetada…  pero seamos francos: El que se pica, ajos come.

Elevadas a la escala de los graffitis de la Esat Side Gallery, las fotos expuestas en la West Side Gallery tienen la altura del muro (unos 4 metros) y la longitud de una pantalla panorámica de cine.  Y el efecto es impactante como el de una pantalla de cine.  El tamaño es tal que, como en la gran pantalla, el espectador tiene que contemplar la imagen activamente: no como un punto estático y controlado (no como la televisión en el fondo de una sala, ni como una foto que sostiene en las manos), sino como un territorio en sí mismo. Lo mágico del cine es que el tamaño de la pantalla nos exige observar y ser selectivo, elegir unos detalles y aceptar que otros escaparán por el rabillo del ojo. Esto es lo que hace que obras como el Guernica, los mismo murales de las iglesias románicas y los murales – no muy distintos en su iconografía, en la voluntad sencilla y didáctica del sus trazos – de Diego de Rivera o del Haus des Lehrers, tengan la fuerza narrativa de una escenografía e incorporen la temporalidad de una contemplación activa, cuando uno tiene que moverse por la superficie del lienzo para hacerse una imagen de lo que está ocurriendo. Este modo de observar, tanto espacial como políticamente, es el que exige la escala de esta exposición. Las fotos de Kai se revelan al tamaño imponente de los muros, como ventanas a un paisaje que nos abarca y que nos atrapa.

Para encontrar la exposición, vayan a la East Side Gallery, den simplemente la vuelta al muro y allí la encontraran. Después de años utilizando la cara Este del muro para exponer murales y graffitis, se puede decir, técnicamente, que la exposición Wall on Wall es la obra inaugural de la West Side Gallery.

La exposición estará abierta hasta el día 13 de Septiembre de 2013. La admisión es libre y gratuita, 24 horas al día, todos los días se la semana.

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